Futuro sin conductor
Hubo un tiempo en que San Francisco estaba sembrado de coches. La calle Van Ness era una hilera de talleres y concesionarios. En el número 1.000, un edificio de cinco plantas servía de concesionario de la Chevrolet. Cada vehículo se exhibía en una sala distinta, con azulejos y artesonado, incluso con una fuente, simulando una mezcla de Alhambra y patio andaluz. Era a comienzos del siglo XX, había dinero. Hoy, en ese mismo edificio se alza un cine multisala con los últimos estrenos. Tan solo el oso de la entrada y el emblema de la firma delatan su pasado.
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