Las maquinillas de afeitar rompen el mito de las tropecientas cuchillas
Una bandera de Estados Unidos cuelga del techo de la planta de fabricación que Gillette tiene en Boston. Esas barras y estrellas presiden una especie de circuito cerrado donde se cruzan vehículos autónomos que ejecutan de manera sincronizada sus tareas: recoger y depositar componentes en máquinas que, a su vez, realizan otras labores mecanizadas. “Resulta un poco inquietante, ¿verdad?”, reconoce Kristina Vanoosthuyze, directora de comunicaciones científicas de la compañía.