Debemos estudiar la inteligencia artificial igual que investigamos a animales salvajes
Cuando un algoritmo se mea fuera del tiesto, lo normal es que sea motivo de sorpresa. No esperamos que incurran en injusticias asignando hipotecas o detectando extremismos. Nada en su desarrollo nos hace sospechar que van a meter la pata en los mercados financieros. Tampoco contamos con que echen leña al fuego de la desinformación en redes. Pero van y lo hacen. El problema puede estar en el código, en los datos que le entrenaron, en algún punto de su cadena de decisiones, pero sin verles en acción -y sobre todo, sin verles meter la pata- es difícil anticiparlo.